Semana del 2 al 9 de abril
Estos son los cuentos premiados:
Categoría de 6 a 9 años:
La bisabuela robótica
Por Mario, 6 años
Había una vez, un niño que se llamaba Mario y tenía 6 años. Le gustaba ir a ver a su bisabuela Rafaela para que ella le contara cosas de cuando era pequeña, vamos… cosas antiguas.
Mario era un niño que le gustaba mucho la robótica, las matemáticas, los números y la tecnología.
Un día Mario se puso malito y le dijo el médico que era la gripe. Él se puso triste porque no podía ir a ver a la bisa (así la llamaba), es muy viejita y se podía poner malita si iba a visitarla.
Mario echaba de menos a su bisabuela y entonces se hizo su propia bisabuela robótica para él poderle contar las cosas modernas que él hacía.
La bisabuela robótica era grande, con pocas arrugas y mofletes colorados. Estaba hecha de metal y cemento.
Cuando ya estaba creada la bisa robótica, Mario le contaba todos los días las cosas modernas que él hacía en casa. Le contaba como veía a sus amigos por el móvil y por el ordenador, como daba clases por internet todos los días con su teacher Anna y con sus compis de la academia de Inglés.
Mario le hablaba muchísimo todos los días a la bisabuela robótica.
Una mañana, Mario no podía hablar porque se quedó afónico, y ahora ya no podía hablarle a la bisabuela que había creado.
Él se sentaba siempre al lado de ella, para contarle cosas pero ella no hablaba.
Un día escuchó una voz que decía: Mario, Mario… soy yo, tu bisabuela robótica. Mario se alegró mucho de escuchar esta voz, era la misma voz que la de su bisabuela.
Mario, tuvo una gran idea y era escribirle todo lo que él pensaba en un papel para poder hablarle sin tener que hablar. Y así podían tener una conversación entre los dos.
Mario estaba muy feliz, teniendo a su bisabuela robótica porque así no echa de menos a su bisabuela Rafaela, siempre estaba con ella.
Al final Mario pudo recuperar la voz y se curó de la gripe, y pudo ir a visitar a su bisabuela Rafaela para presentarle a la bisabuela robótica.
La bisabuela Rafaela dijo: ¡que guapa me has hecho! Mario, cuida mucho a la bisabuela robótica y ahí estaré siempre contigo.
Conversaron felices y comieron perdices.
Un día maravilloso
Por Álvaro, 7 años
Érase una vez un niño que, como todos, por culpa del coronavirus, llevaba semanas metido en casa. Le habían explicado que era la única forma de ayudar para que todo se solucionara pronto.
Aprovechaba el tiempo para jugar con sus LEGO, a juegos de mesa con sus padres, hacer su tarea y, sobre todo, para leer mucho.
Un día, se quedó dormido mientras leía. Entonces, soñó ¡que ya podía salir fuera! Era por la mañana, sus abuelos habían ido a su casa después de tantos días sin verse y lo despertaron diciendo:
– ¡Vamos! ¡Levanta! ¡Que estamos aquí y nos vamos a desayunar churros!
Él se puso muy contento y abrazó y besó a sus abuelos con fuerza. ¡Qué sorpresa! ¡No podía creer que estuviesen allí! Luego, se vistió como una bala y se fueron.
Después del desayuno, dieron un paseo, compraron unos cromos de fútbol y le tocó uno de los que más deseaba conseguir para su álbum.
En el camino de vuelta, se encontró con varios amigos y jugaron, hablaron, rieron… ¡¡Estaba taaan feliz!!
– ¡ÁLVARO, ÁLVARO! –escuchó de repente entre sueños. Era su madre que lo llamaba para poner la mesa.
Medio adormilado le dijo:
– ¿Sabes? ¡He soñado que ya podíamos salir! Soñaba que me iba con los abuelos y me compraban cromos, ¡y me encontraba con mis amigos! ¡Era genial!
– Estoy segura de que ese día maravilloso está cada vez más cerca –le dijo su madre.
– Yo también lo creo, mamá. Mientras, seguiré divirtiéndome y jugando en casa y soñando con todo lo que podré hacer cuando pase esto.
Categoría de 10 a 14 años:
El misterio de la corona
Por Lucía, 12 años
Había una vez una niña llamada Miriam, era tan buena y tierna que la querían hasta los animales, se hacía amiga de todos. Un día, caminando por la calle, se chocó con un bicho muy raro con corona, empezaron a hablar y se hicieron muy amigos. Él era un virus verde con una preciosa corona. El virus se llamaba Sergio. Al día siguiente quedaron en la calle de la Pedalada para jugar, jugaron al escondite y le tocaba esconderse a Sergio. Como él corría muy rápido, fue a esconderse a China, pero pensó que Miriam no podía buscarlo allí; entonces se fue a Italia, aburrido de esperar, pensó que la niña no llegaría allí tampoco. Como le llamaba la atención que su amiga no lo encontrara, volvió a España. Miriam presintió su llegada y empezó a gritar ¡Sergioooo! ¡Sergioooo! ¿dónde estás? Sergio al escucharla volvió corriendo, pero iba llorando como una magdalena. Miriam le preguntó: ¿qué te pasa? ¿y tu corona? Él contestó llorando: “No lo sé…” (buaaa, buaaa…), creo que la he perdido… (buaaaaaaa)”. Miriam le prometió que la encontrarían juntos. -¿Dónde has estado? -He estado en China, en Italia y aquí en España, pero tengo que encontrar la corona, es lo más importante que tengo, era de mi abuelo y es lo que me da la fuerza y el poder. Sin dudarlo, y sin la pequeña saber lo peligroso que era su amigo enfadado, ambos se fueron a buscar la corona.
Llegaron a China, Sergio muy enfadado empezó a morder a la gente y su mordisco causó muchos infectados y muertes. Miriam, muy sorprendida por el comportamiento de su amigo, le dijo: -¿qué haces? No vamos a encontrar la corona así, sigamos buscando; pero sin hacer daño a la gente. Sergio estaba tan furioso que ya no escuchaba ni a su amiga, picaba a todo el mundo y la gente se enfermaba rápido. Ella, asustada y decepcionada con su amigo, empezó a pedirle a la gente que no saliera de casa, así no les podría morder. –Vámonos -le dijo-, ¿no ves que aquí no está la corona de tu abuelo? Poco a poco, consiguió convencer al bicho para irse y dejar que la gente se curara. Y se fueron a Italia, cuando llegaron, el virus empezó de nuevo a morder a la gente. La niña, que estaba tan triste por todo lo que ocurría, cuando su amigo mordía a la gente, entre lagrimas lo único que se le ocurría para ayudar era pedir que la gente se quedara en casa. Y un día, muy seria, le dijo que no le gustaba lo que hacía y que no era forma de buscar las cosas, que la llevara ya a su casa, que ya no quería ni ser su amiga ni ayudarle. Sergio se enfadó tanto que no quería ni escucharla y entonces la llevo a su casa, pero le dijo que allí volvería a morder a todo el mundo hasta encontrarla. Ella, como ya lo veía algo más débil, aceptó el trato. Como era muy lista, ya había avisado de que no hubiera nadie por la calle; así ya no podría morder a nadie.
Al pasear Sergio por las calles, no lograba ver a nadie y se enfadaba cada vez más. Un día vio a la niña por la calle e intentó morderle; sin embargo, gracias a que ella lo conocía bien, supo protegerse para que no pudiera morderle y escapó hasta su casa y permaneció con su familia sin salir nunca más. Sus padres y hermana se mostraron muy preocupados. -¿Dónde estabas? –le preguntaron. La niña, llorando, les contó toda la historia, cuando de repente su madre le enseñó a la niña una corona que tenía en la piel.
-Miriam, vamos a buscar a Sergio ahora mismo para ver si él sabe cogerla de mi piel. –le dijo.
-Pero, mamá, ¿cómo ha aparecido eso ahí? -No lo sé, hija, paseaba con tu hermana por la calle Peralada y de repente empezó a picarme el brazo, me rasqué y apareció esta corona.
Fueron rápidamente a buscar al bicho para que cogiera su corona y se fuese de una vez. Pero al estar tantos días sin la corona, el virus había ido perdiendo energía y casi no se veía, se había derretido. ¡Por fín! Ya no vendría más, ya no haría más daño a nadie.
Miriam prometió no volver a echarse amigos raros y su madre le dijo: -Tú has hecho todo lo posible por ayudarle a encontrar la corona y que no estuviera enfadado y a la gente para que no les mordiera y se protegieran así que…¡Sigue así, pequeña! Madre e hija se miraron a los ojos y sus ojos brillaron con una luz nueva.
El mundo de Lihn
Por Estela, 12 años
Si tu cuento no ha resultado premiado, puedes intentar enviar un cuento nuevo la próxima semana.